Mi vida es una canción

La vida  y la muerte son misterios.Nadie sabe por qué o dónde empiezan con exactitud.Y elegimos creer.Siempre elegimos.¿Qué nos hace elegir? ¿Qué obtenemos de todo esto? O ¿Para qué obtener algo que sabemos que vamos a terminar perdiendo...?      Yo elijo creer en el Amor.El Amor que nos hace, de una forma u otra, inmortales....



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Luz, calor, sonido…
Energía.
El dolor del recuerdo retrocedía, mientras tu mano todavía me acariciaba.
Construíamos un muro que alejaría el frío del invierno.
Sería nuestra fuerza en tiempos de debilidad.
Sería nuestro himno en noches oscuras.
Sería parte de lo que somos. Porque también era parte de lo que fuimos, cuando solos
Caminábamos sin cruzar nuestros rumbos.
Cada palabra, aumentaba la emoción. Cada grito eufórico rompía la barrera de los tiempos, y unía espacios, en  algún punto del futuro.
Todos los mundos confluían allí, donde el cofre de la eternidad guardaba las memorias, que iluminarían los pasos, que habríamos de seguir para llegar al trono, donde estaba la felicidad, y nos convencía cada día, de que éramos nosotros los que podíamos lograrlo.
En esos minutos, éramos eternos y divinos.

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Mientras la lluvia de otoño seguía acariciando la ciudad con dulzura,la noche avanzaba.
Los instantes que buscaban ser inmortales se peleaban,unos con otros en una competencia donde el final era siempre una injusticia.
Si el Destino está escrito o no, ¿Quién puede saberlo?.Si existe Dios,es cuestión de fé. Pero que nadie se anime a negar,que algo debe haber,porque si no...¿Cómo podrían los profetas hablar del porvenir con palabras tan simples y claras?
En ese momento sonreíamos y desafiábamos al tiempo y sus artificios imperialistas.Y con la mente divisábamos el arcoiris más allá de las tormentas que empezaban a envolvernos,esa siempre fue nuestra mejor virtud,eso era :The glory of Eagleheart...







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Desenrolle mis tristezas, y las deje tendidas en tu ventana.
Me senté a verlas desde la cama, mientras la oscuridad avanzaba sobre una ciudad inquieta.
La luz que entraba a través del vidrio, le permitía a mi sombra existir sobre la pared blanca.
Juntas reflexionamos y expusimos nuestras diferencias.
Me hablaba de silencios extensos, de lágrimas amargas, de días grises, de sueños muertos, de incertidumbre como factor común que unía los tiempos.
Me reprochaba las pérdidas, me recordaba el superávit de angustia…
Y yo la miraba crecer, por causa de la poca luz.
Después de los dardos envenenados con rencores y envidias, que infectaban preguntas retóricas en mi mente y en mi corazón, me cedió la palabra.
Suspiré. Yo odiaba suspirar. Y con pesar le repetí lo mismo que me repetía todos los días para poder seguir despertando, caminando, viviendo.
Pero no era suficiente. En realidad hacía mucho tiempo que eso no era suficiente.
Y ambas supimos por un segundo, quién había ganado.
Pero entonces, entraste y encendiste la luz. Y mi sombra se desvaneció. Y mis motivos volvieron a ser válidos. Y mis tristezas se enrollaron y fueron a dar a un cajón.

Y con la habitación iluminada, volvió a sonar una canción...












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